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Otros aterradores relatos de descoordinación rayando la tomadura de pelo
Mi historia entronca con la anterior.
El Viernes por la mañana llamo al número 900 para ir de voluntario el Sábado,
después de 8 minutos pidiéndome que les diga hasta el nombre de mi perro
consigo inscribirme junto a un amigo. Nos convocan para el Sábado a las 9
en la cofradía del Pindo. Acudimos puntuales pero no llegan nadie hasta las
10, nos dicen que no saben nada de nosotros y que no nos pueden coger que
lo intentemos en Carnota. Una vez en Carnota, nos ponen en contacto con dos
personas de la Xunta, que después de pedirnos nuevamente los datos nos llevan
a junto la gente del concello, y como en mi caso ya había ido alguna veces
antes a recoger fuel, me nombran coordinador de un grupo de Murcia de 47
personas que van a enviar al Pindo. Allá nos vamos mi colega y yo camino
del pindo a limpiar chapapote, a la media hora llega una técnica de tragsa,
a la que yo conocía de veces anteriores y nos dice que va a traer ella a
otro grupo de 50 murcianos, éstos de Murcia capital, los desembarca y la
hora la chica de Tragsa desaparece misteriosamente. Yo y mi coleguita nos
quedamos a cargo de 100 voluntarios de Murcia en la playa del Pindo. A las
3 de la tarde enviamos de vuelta a Carnota, como nos habían indicado, al
primer grupo. Vuelve la chica de Tragsa y le dice a su grupo que dejen de
limpiar, les da un par de indicaciones rápida y se va. Allí nos quedamos
mi coleguita y yo desempaquetando a los otros 50 murcianos, recogiendo los
barreños, echándoles arena, poniendo a salvo el material y recogiendo la
basura. Fin de la historia. Sólo dar las gracias a los voluntarios, como
éstos murcianos que a pesar de la incompetencia, en mi opinión intencionada,
de nuestros políticos siguen viniendo a Galicia a echar una mano con el chapapote.
MAREA NEGRA EN LA COSTA GALLEGA
El baile del voluntario sin playa
carlos pardellas Voluntarios de Murcia raspan el fuel de las rocas, ayer,
en un playa de la ría de Camariñas.
nacho mojÓn - camariñas
La maquinaria para coordinar voluntarios -ahora pilotada por la conselleira
de Asuntos Sociais, Corina Porro- vuelve a rechinar. Las carreteras de la
Costa da Morte se convirtieron este fin de semana en un laberinto por el que
deambularon autobuses cargados con expediciones llegadas desde Levante o
el País Vasco, desorientados al comprobar como nadie les esperaba pese a
haber telefoneado para confirmar sus destinos.
''Cuando salimos de Murcia todo estaba listo. Al llegar no estábamos apuntados
en ningún parte. ¡Habíamos desaparecido!'', se queja desesperada Julia Vizcaíno,
estudiante de 23 años y una de las coordinadoras del grupo de medio centenar
de murcianos a los que les ha faltado poco para regresar a sus hogares sin
oler siquiera el chapapote del Prestige.
Después de un viaje de mil kilómetros hasta Galicia, llegaron a Santiago
el sábado a primera hora de la mañana. Tras un rápido desayuno, el autocar
arrancó rumbo a Laxe, el punto que les habían adjudicado para retirar el fuel.
''No tenían constancia de nosotros y nos dijeron que nos fuéramos a Carnota,
a ver si allí'', cuenta Paula Herrero, de 23 años y otro de los miembros
de esta expedición del sur. Tampoco estaban avisados en ese ayuntamiento y
el grupo comenzaba a impacientarse al ver como la primera de sus dos mañanas
se esfumaba.
Entre protestas y ruegos consiguieron hacerse un hueco en los arenales de
O Pindo. Ya tenían playa aunque, al estar fuera de la lista de invitados,
tampoco contaban con ellos para el reparto de los equipos o de la comida.
Nuevos contratiempos y retrasos. El resultado: ''Empezamos a limpiar casi
a las dos del mediodía. ¡Mil kilómetros, para trabajar dos horas!'', se queja
indignada Paula, que volverá a Murcia sin saber muy bien si animar o echar
atrás al que le pregunte cómo andan las cosas por Galicia.
El domingo a la mañana se les garantizó que esta vez no habría ningún tipo
de error y que se contaba con ellos en Camariñas, una ría en la que aparecieron
nuevas manchas este fin de semana. Al llegar se dieron de bruces con las
mismas frases. ''Los de Medio Ambiente nos dijeron que no contaban con nosotros'',
recuerda Paula, a la que aún no se le ha quitado la cara de desconcierto.
Para calmar a un grupo fuera de sí ante lo que cogía trazos de ser un fin
de semana perdido, uno de los técnicos comentó que, aunque no aparecían en
la lista, venían bien ya que había fallado un autobús de Santiago. ''¡Menos
mal, nos libramos de volver a subir a Carnota!'', suspira aliviada Paula.
No fueron los únicos atrapados por la descoordinación. Suerte similar corrieron
los cincuenta vascos llegados desde Bilbao a Santiago, a los que se les paseó
por Laxe, Camariñas, Camelle, Camariñas de nuevo hasta conducirlos a la playa
de Lago Norte. ''Te sabe muy mal que cada uno te tome el pelo de una manera
diferente. ¿Venir para que te mareen?'', duda Ainara Gorrotxategi, vecina
de Derio de 21 años.
''El pobre chófer ha tenido que conducir bastante más horas de las permitidas.
¡Anda que si lo pillan!'', comenta Ainara meneando la cabeza. Dice haberse
sentido abochornada al tener que explicar a los voluntarios, en especial a
los de más edad, por qué no conseguían bajar del autobús de una vez.
''Hemos tenido tiempo de ver la primera parte del Señor de los Anillos y
los vídeos de Faemino y Cansado'', se mofa Alba Baz, de 28 años, intentando
recuperar el humor al haber logrado pisar el chapapote.
Fuel en el vientre de la costa
carlos pardellas Tres jóvenes de Bilbao, con la frase ''Bigotes, limpia
el chapapote'' escrita con fuel en su traje.
A simple vista, las tareas de limpieza parecen haber dejado en buen estado
la playa de Lago Norte, una de las más contaminadas de la ría de Camariñas.
Si se coge un puñado de arena, aparecen grumos minúsculos de fuel-oil mezclados.
Nada que ver ya con las pringosas imágenes de las primeras semanas. Sin embargo,
un grupo de voluntarios se encarga de abrirle bien los ojos a quienes dan
por hecho la parte más dura del trabajo.
Dos jóvenes madrileños clavan sus palas, levantan la arena y destapan lo
que parece uno de los extremos de una enorme placa compacta de petróleo. La
desmenuzan para arrancarla en pedazos y van arrojando a los capachos bloques
del tamaño de ladrillos. El mar ha enterrado el hidrocarburo bajo un grueso
manto de tierra, ocultándolo a la vista de los voluntarios y de las cámaras,
que recogen la imagen falsa de un arenal recuperado.
Los técnicos de la compañía Tragsa y de Medio Ambiente han dado orden a
los voluntarios de que el crudo enterrado no lo toquen y que se ocupen de
recoger las pequeñas pelotas de fuel desperdigadas entre las algas y los juncos.
''Dicen que traerán unas máquinas, que si lo sacamos nosotros tardará más
en volver a crecer la vegetación'', explica no demasiado convencida de estas
razones Ainara, una voluntaria del grupo de Bilbao.
El fuerte viento que mueve sin cesar la arena de la playa entorpece la retirada
del combustible durante los primeros día de enero y febrero, dos meses que
la gente del mar teme por su mal tiempo.
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